realmente no hay nada más lindo que hundir las manos en la tierra fresca, llena de vida; manosearla, airearla, abrir surcos que después van a fecundar como vientre materno una semilla chiquita que encierra toda la vida. Esa misma semilla que después se va a transformar en un fruto tierno.
Los que vivimos en una ciudad no tenemos más remedio, en la mayoría de los casos, que conformarnos con una maceta más o menos grande (lo escaso siempre se valora más: qué no diera por un pedacito de suelo); y es ante esta limitación, que realmente resulta imposible de entender a los que provocan incendios, o castigan de alguna manera la tierra y sus frutos. Es tan difícil de entender que es la vida misma la que estamos matando cuando afectamos al medio ambiente?
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